LA ECONOMÍA DEL FACTOR HUMANO Christian Manrique

A lo largo de la historia, los cambios económicos que han hecho evolucionar nuestro sistema productivo y nuestro entorno empresarial han estado en relación directa con factores institucionales, sociales y culturales.

Pero en todos los casos, lo que ha impactado con la fuerza suficiente como para operar cambios profundos y perdurables, han sido los avances científicos, tecnológicos y los procesos de innovación y transferencia de conocimiento.

Este hecho, constatable en todas las esferas imaginables, es especialmente relevante en el plano económico y empresarial. Más aún si nos centramos en los avances tecnológicos ligados a la gestión de la información y a su aplicación a la inteligencia competitiva y a la gestión de crisis empresariales.

Desde hace varias décadas la información disponible ha crecido de modo exponencial. Desde el mismo momento en que internet se convirtió en un componente cotidiano de la vida de empresas e individuos, la carrera que comenzó tenía que ver con la capacidad para gestionar, procesar y analizar gran cantidad de información. De este modo, comenzaron a desarrollarse los sistemas de Big Data, como modo de poner cierto orden en el caos que siempre define a un océano, en este caso de información.

En un entorno como el empresarial, que exige capacidad de anticipación, de previsión y de cálculos proyectivos, la posibilidad de manejar grandes cantidades de información para competir fue visto como una gran oportunidad. Pero la superación de un reto no deja de ser la antesala del siguiente y sucedieron dos cosas:

La primera se basa en una de las esencias de cualquier avance tecnológico. Y es la consumición voraz de etapas. Así, tras la exclusividad de la que gozan los más vanguardistas, los denominados early adopters, llega la paulatina extensión y, finalmente, la masificación.

La segunda, derivada de la primera, es que a medida que los factores de innovación son asumidos por la mayoría, el factor diferencial desaparece y la carrera por el próximo desarrollo entra en ebullición.

Ambas cosas son una pauta en la historia económica y empresarial y la pregunta más relevante tiene que ver con lo siguiente:

Si la capacidad de acceso masivo a la información hace que no sea ya un factor diferencial y la progresiva incorporación de los recursos del big data hará que también deje de serlo la capacidad de extraer análisis sintéticos a partir de los datos, cabe preguntarse qué factor será el diferencial.

La respuesta, que puede gozar al menos de la categoría de hipótesis, es la que sigue:

El factor diferencial actual y futuro es el mismo que ha sido capaz de sobrevivir a lo largo del tiempo. Este factor, objeto siempre de deseo por cualquier tipo de organización, es y será el mismo que ha logrado mantenerse  inmutable a lo largo de la historia: El factor humano.

El acceso a los datos no es ya una cuestión exclusiva y, por eso, terminará siendo masiva.  Del mismo modo, la capacidad de analizarlos para convertirlos en información apta para la toma de decisiones tampoco lo será. Aún hoy existe una  élite de profesionales capaces de ir a las fuentes de datos, procesarlos, ordenarlos e interpretarlos. Pero hasta ese mismo punto, y no más allá, llegará la tecnología por sí misma. Ahora bien, al final del camino alguien deberá tomar la decisión.

Las matemáticas son capaces de avanzar por un camino largo, pero al final del mismo no son un recurso suficiente para tomar la decisión corporativa, empresarial o financiera correspondiente. El factor humano seguirá marcando la diferencia.

Con el tiempo, la inmensa mayoría será capaz de encontrar datos, segmentarlos y analizarlos, pero no todos tendrán las actitudes necesarias para la toma de decisiones relevantes. Ni todos estarán provistos de las aptitudes necesarias para convivir con el margen de incertidumbre inherente a toda decisión.

Al final del camino de la información siempre, a lo largo de la historia, los seres humanos se han encontrado con una disyuntiva e incluso con una multitud de caminos posibles, muchas veces amparados y fundamentados como viables por la objetividad de los datos disponibles. A lo largo de la historia se ha demostrado que eran posibles varias o múltiples opciones, que la progresiva reducción del riesgo que deriva del acceso a la información no ha inmunizado contra los errores y, finalmente, que no siempre los grandes aciertos tuvieron sus cimientos construidos sobre la mera objetividad.

El factor humano, lejos de verse diluido en un océano de tecnificación, puede subir posiciones en una imaginaria escala de la influencia competitiva. La economía del factor humano ha actuado siempre como una placa tectónica, capaz de otorgar con sus leves y discretos movimientos mayor o menor eficacia y utilidad práctica a cualquier avance científico o tecnológico.

No es la economía de la información ni es la economía del big data. Es la economía del factor humano, subyacente a todos los avances determinantes para la historia económica, la que puede definir los próximos 20 años.

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