Los procesos que generan innovación real son aquellos que adquieren paulatinamente capacidad de influir de manera integral y transversal en amplias facetas de la vida económica, social y política.
Su impacto no es, por lo tanto, algo voluntario que dependa del mayor o menor grado de asimilación por parte de individuos y organizaciones.
Cuando un fenómeno de innovación alcanza un grado suficiente de desarrollo y se instala en los ejes clave de nuestro sistema social, genera sus propias redes de interdependencia que hacen cada vez más amplio su alcance.
En el caso de la tecnología este efecto es particularmente visible, hasta el punto de que pueda hablarse de un impacto que funciona en modo continuo e integral, en la totalidad de los ámbitos de la vida de las organizaciones y de las personas.
Hoy vivimos en un mundo interactivo, caracterizado por una interdependencia que ofrece su cara más visible en cada avance tecnológico. Viajamos en un mismo tren y la capacidad individual para decidir entrar no existe, sino que se limita a una decisión de menores dimensiones: viajar en los primeros vagones o en los últimos.
La capacidad transversal del desarrollo tecnológico hace que incluso quienes libremente desisten de formar parte de este engranaje estén viviendo cotidianamente bajo sus efectos.
A día de hoy, nuestras sociedades están siendo transformadas por la tecnología a partir de tres áreas fundamentales: la digitalización de las empresas, el IoT (internet de las cosas) y el Big Data.
La combinación de estos tres aspectos actuando de manera mecánica y generalizada es lo que determina la capacidad de alcance integral de la tecnología en nuestros días. De este modo, el combinado tecnológico impacta sobre la economía, la sociedad, el espacio político y el marco regulatorio, pero también sobre las pautas cotidianas de estilo de vida y hábitos sociales.
Una de las principales transformaciones en el ámbito económico afecta al consumo y a la capacidad de adaptarse a cada mínimo cambio en sus pautas. Internet y el desarrollo del big data ha inspirado y alentado el fenómeno low cost en el plano comercial. Pero además ha permitido algo esencial: la capacidad para segmentar targets de consumidores y de perfilar permanentemente la oferta a la demanda de productos y servicios.
Por su parte, los efectos de la tecnología sobre la sociedad han sido ampliamente analizados. Las redes sociales, llevando a su máxima expresión el fenómeno de la interconectividad, han amplificado las voces permitiendo a organizaciones de todo tipo tomar el pulso social, los estados de ánimo y la evolución de los mismos.
Directamente relacionado con lo anterior, porque lo que afecta al conglomerado social afecta un segundo después a la política, la tecnología ha comenzado a operar en las líneas que antes definían el espacio público-democrático, en algunos casos para difuminarlas y en otros para poner énfasis en su mera existencia.
Las corrientes de opinión en defensa de una causa y la opinión que ejerce presión sobre los temas grandes y pequeños de la agenda pública han condensado en la idea de transparencia, que es fundamentalmente la auto constatación cívica de estar viviendo un proceso de empoderamiento, teniendo éste mucho que ver con la capacidad creciente de acceso directo a canales de comunicación.
Por otra parte, los procesos legislativos y normativos no han quedado al margen de esta necesidad de adaptación. En algunos casos, las normas tratan de ordenar realidades que se han consolidado en el plano social y que cuentan con inicial arraigo en el plano de los usos y costumbres. En otros, se trata de canalizar una realidad para reducir los impactos, supuestamente perjudiciales para colectivos específicos o para el conjunto de la sociedad. Esta dualidad del desarrollo normativo, extensivo o restrictivo, es algo fácilmente constatable si analizamos fenómenos como Uber o los intentos por regular la actividad de los drones.
Y finalmente, cuando algo tiene fuerza suficiente como para jugar en el terreno económico, social, político y normativo, se convierte en eje tractor. Esto hace que los tentáculos para influir y para generar procesos de cambio lleguen a las pautas de conducta y hábitos ciudadanos.
La conciencia medioambiental creciente, la afición por determinados deportes y hábitos saludables y las nuevas pautas de relación personal a través de plataformas y aplicaciones tecnológicas son algunos ejemplos posibles para entender la dimensión, el alcance y la velocidad de los cambios fruto del impacto tecnológico.