No es un tema nuevo. El liderazgo ha sido uno de los aspectos más analizados a lo largo de los siglos, desde diferentes disciplinas teóricas, científicas y humanísticas, y a partir de su aplicación a la práctica totalidad de los ámbitos de la sociedad.
Padres de la filosofía occidental, como Platón en La República y Plutarco en Vidas, se preguntaron por las cualidades que determinaban la capacidad de liderazgo.
En el campo de las ciencias sociales, fue el pionero de la sociología moderna, Max Weber, quien estableció las tres categorías puras del liderazgo, señalando la diferencia entre el líder carismático (el que es capaz de aglutinar a seguidores a través de variables emocionales), el tradicional (derivado de su pertenencia a una élite) y el legítimo (asentado sobre la capacidad otorgada por las normas legales).
Tras muchas otras visiones y esfuerzos intelectuales por ahondar en el conocimiento de las facetas que distinguen a un líder de la mayoría de sus contemporáneos, y con la influencia también del pensamiento oriental, en el que el confucionismo desarrolló una visión del líder como una persona sabia y buena, nos encontramos con un momento disruptivo ya avanzado el siglo XX.
El factor contextual
Así, el desarrollo del pensamiento en el pasado siglo puso el foco sobre el liderazgo situacional, por el que quienes son líderes en una determinada situación no lo son necesariamente en otra. Esta influencia clave de la situación hizo que se estableciese como visión moderna del liderazgo el factor contextual. Se asume así que circunstancias diferentes hacen que determinadas cualidades cobren más valor que otras que, en otro contexto, se situarían en la cúspide de las habilidades demandadas.
La realidad es que en pleno siglo XXI el contexto es algo caracterizado por un alto grado de complejidad, fundamentalmente por su capacidad para mutar, por la velocidad requerida para adaptarse a las situaciones, por la pertinencia de no renunciar a ninguno de los sentidos que definen al ser humano y por el necesario aprovechamiento de las aptitudes que los seres humanos hemos recibido en herencia de la historia del conocimiento universal.
Algunas de las habilidades que hoy son determinantes no gozan del carácter de novedad y otras son meras evoluciones de características cuya definición tiene siglos de edad. Sin embargo, hoy la clave es la combinación de las mismas y la capacidad para hacer que todas ellas hagan causa común para hacer que el conjunto de una sociedad, organización o empresa sumen sus fuerzas para remar en una misma dirección.
Así pues, las siete características de los nuevos líderes son las siguientes:
- Cabeza
El componente racional permite al líder de hoy contar con la parte esencial de la información disponible para la toma de decisiones. Se trata de reducir los riesgos en la medida en que lo permita la tecnología, el conocimiento y la capacidad para interpretar el contexto.
- Corazón
Hoy no se puede disociar el componente racional del emocional a la hora de liderar organizaciones. La necesidad de desarrollar y retener el talento, de que los miembros de un compañía cuenten con incentivos subjetivos que incidan en el logro de los objetivos y la ineludible obligación de crear un contexto de bienestar que active los procesos creativos, obligan al líder a poner sobre la mesa los atributos más humanos y emocionales.
- Rigor
Liderar una organización supone asumir una serie de responsabilidades, tanto internas como externas, para las que no se permite la superficialidad ni una implementación de medidas cuyos fundamentos no sean sólidos. La capacidad de mantener el rigor ejecutivo incluso en situaciones complejas o críticas, que pueden alentar actuaciones desenfocadas, se presenta como un valor esencial.
- Pasión
Un líder ha de ser capaz de mover a toda una organización o empresa por un camino que culmine en el logro de un gran objetivo. Nada hay tan poderoso como una persona con una idea clara, con la determinación suficiente como para vencer obstáculos y atemperar los impulsos de rendición. Nutrirse de la pasión suficiente como para que la ilusión por alcanzar la meta sea mayor a la más desalentadora de las dificultades es un acción inherente a los líderes con capacidad para transformar y para hacer que estas transformaciones sean perdurables.
- Coraje
El mundo será de los que se atreven. Son muchos los llamados a generar ideas, pero pocos los que cuentan con la capacidad para asumir y convivir con el riesgo inherente a toda acción. Los líderes del futuro serán también aquellos en los que la determinación sea un pulsión más relevante que el miedo.
- Polivalencia
Los líderes ya no serán los especialistas, o al menos no lo serán por su condición de especialistas. La necesidad de una visión holística, determinada por un mundo interrelacionado y cuya complejidad crece de manera exponencial, define el auge de un liderazgo capaz de operar en múltiples tareas al tiempo, capaz de aprender en modo continuo y para el que no haya ámbitos completamente desconocidos.
- Beneficio
Se trata de contar con personalidades orientadas a los objetivos que, en forma de beneficios económicos y sociales, son los que marcan la pervivencia o desaparición de una organización. El líder del siglo XXI tiene como misión fundamental asegurar el presente y proyectar el futuro. Para esta tarea, el logro de objetivos de manera incesante equivale a mantener activo el ciclo vital de cualquier empresa. La consecución de beneficios de distinto tipo para todos los stakeholders dará la medida de la fortaleza y la calidad de los líderes de nuestra época.