La desaceleración del gigante asiático va más allá de su repercusión a la baja en los precios de las commodities y el petróleo. Su situación está favoreciendo la ralentización en América Latina, región muy dependiente de la exportación de sus commodities y debilitada por crisis internas como la de Brasil.
Lo que sucede en China, en mi opinión, es la gestación y preparación para su nuevo modelo de desarrollo. Un modelo de crecimiento que pasará de la exportación y la inversión a un modelo de crecimiento que se basará en el consumo, los servicios, la tecnología y el conocimiento.
Son muchos las señales que indican que China se está preparando para la siguiente ola de desarrollo. Sin embargo, para afrontar este proceso con garantías tiene que superar aspectos como la convergencia entre los continentes para extender los beneficios de la clase media y, al tiempo, sentar las bases de la tecnología, la innovación, la educación y el conocimiento. Como es obvio, estas no son cuestiones menores y requieren no sólo intensidad en la acción sino también tiempo.
Se estima que China creció un 6,9% en 2015. En 2014, su crecimiento fue de un 7,3%. Para 2016 la estimación es de un 6,7% y para 2017 y 2018 de un 6,5%. Dadas las circunstancias antes mencionadas y contando con la necesidad temporal para el establecimiento de su nuevo modelo de crecimiento, es posible aventurar que la tasa de crecimiento en el periodo 2016-2020 no irá más allá del 6% anual. Y este dato es perfectamente extraporable a toda la zona asiática, a excepción de Japón y a pesar del empuje de India.
Como hemos señalado anteriormente, este escenario asiático tendrá reflejo en sus áreas dependientes a nivel económico y comercial, especialmente en América Latina.
América Latina, por lo tanto, se verá obligada a migrar a un modelo no dependiente de las commodities y que les dé valor agregado. Además, resulta crucial que el nuevo modelo esté basado en la innovación, la educación y en la activación de su propio consumo interno.
Las exportaciones de las commodities tradicionales seguirán cayendo, excepto las relacionadas con los agroalimentarios. Varios países de la región estarían bien posicionados para aprovechar esa fortaleza. En todo caso, se estima que la región latinoamericana cierre con una tasa de crecimiento negativa de -0,7% y, en los próximos cinco años, puede situarse cerca del 0% anual, indicando un estancamiento total.