Los modelos de crecimiento siempre han estado sometidos a los procesos cíclicos y anticíclicos de la economía. Es una prueba que dichos modelos están obligados a pasar en algún momento y el resultado dependerá de la estabilidad y resistencia a los mismos que muestran.
En todo caso, la fuerza laboral es la que más se resiente ante este tipo de procesos y las consecuencias suelen ser devastadoras, no sólo incrementado el desempleo, sino dejando de lado transitoriamente a un grupo de población especializada en un modelo que puede no llegar a reproducirse de nuevo. Ese grupo de población tendrá que reinventarse inevitablemente.
Productividad y competitividad
Robert Solow, Premio Nobel de Economía, afirmaba que la clave para la productividad y el crecimiento estable era la innovación.
Hay que matizar lo que se entiende por productividad y competitividad:
- Productividad no significa trabajar más, sino hacerlo mucho mejor con un carácter diferencial y con menos recursos. Dicho de otro modo, es cantidad de producción de un producto o servicio por recursos usados y tiempo empleado. La productividad es un factor clave, dado que cuanto más productividad más gente empleada tendremos y más del 50% del crecimiento económico viene del incremento de la productividad. Así las cosas, no es complicado entender la importancia que supone la productividad para las empresas.
- Competitividad es la capacidad de las empresas para ser rentables en sus actividades, dentro de sus nichos y segmentos de mercado. Cuanto más competitivas sean las empresas, sus productos y sus servicios les otorgarán más rentabilidad. La competitividad, como muchos creen, no depende de las posesión o acceso a los recursos naturales. Muchos países ricos en materias primas están sufriendo hoy en día por no generar valor añadido al depender únicamente de su precio.
A mayor fortaleza de la productividad y la competitividad, mejor vacunados ante los ciclos económicos estaremos, y el factor humano es vital para ello, no solo desde el punto de vista del talento, sino de la mentalidad, actitud y motivación.
Hoy en día, los países y empresas con más nivel competitivo del mundo son los que más cuentan con mayores inversiones en innovación y tecnología, con la finalidad de crear valor añadido y crear un factor diferencial.
Si seguimos creando demandas artificiales basadas en antiguos modelos que antaño han funcionado, como el gasto público directo sin valor añadido, entraremos en otra espiral de destrucción masiva de empleo a medio plazo que retrasará la modernización económica y social que actualmente se necesita para ser productivo y competitivo.
Competitividad e innovación
Para ser competitivos, los países y la empresas tienen que tener en su ADN el factor clave de la innovación.
No se trata solo de invertir un porcentaje elevado en el PIB del país en i+d+I, sino de que esa inversión pueda ser rentabilizada a través de resultados tangibles tales como creación de empresas, patentes y exportaciones tecnológicas. Así crearemos prosperidad, tanto económica como social.
Los países que den prioridad a la innovación tendrán un efecto a corto plazo en sus inversiones y estrategias y, a la largo plazo, en su competitividad a base de valor añadido como diferenciación.
Por lo tanto no hay tiempo que perder y no hay que esperar a que esta solución sea la última salida.
Según el Foro Económico Mundial, el índice general de competitividad muestra que Suiza, Singapur y Estados Unidos ocupan los tres primeros puestos a nivel mundial. Entre los diez primeros hay tres países asiáticos, lo que muestra la prioridad que este área está dando a la innovación y que, por tanto, serán con toda probabilidad el nuevo centro de gravedad mundial del desarrollo económico.
Con respecto a la creación de empresas, indicador tangible de la rentabilidad de la inversión en i+d+I, la OCDE refleja la siguiente evolución ligada al índice de competitividad:
Para fomentar la innovación hay que crear un ecosistema favorable que elimine trabas burocráticas y cuente con incentivos fiscales – y no subvenciones – para las empresas que inviertan en ella y en tecnología.
La tecnología hace que la productividad, el crecimiento y la prosperidad económica y social sean más sostenibles en el tiempo. Y fomentar el desarrollo tecnológico desde la educación es fundamental.
En definitiva, hay que actuar con urgencia de tal manera que no tengamos más generaciones perdidas.