
Nuevo post de Christian Manrique Valdor
Rusia: relaciones con la nueva administración estadounidense
Si la nueva administración estadounidense, liderada por Donald Trump, es capaz de cumplir sus promesas electorales, debemos estar preparados para gestionar importantes cambios en materia social, política y económica. Esta situación generará un escenario único desde la Segunda Guerra Mundial. Una posible beneficiaria sería Rusia que, bajo el mando de Vladimir Putin, ve una oportunidad al recuperar parte de su hegemonía geopolítica, independientemente de hasta dónde ponga la Casa Blanca las líneas rojas en su relación rusa, hoy ambigua y difusa. Dicho escenario a su vez, puede generar riesgos a nivel global, provocando una disminución del comercio mundial por la aplicación de medidas proteccionistas y afectando a todas las economías.
El slogan de Trump “Make America Great Again”, tiene un importante componente social, político y económico. Sus dos principales promesas electorales fueron las siguientes: la defensa del nacionalismo económico y el proteccionismo comercial, por un lado, y la recuperación de las relaciones con Rusia por otro. Con respecto al primero ya lo está iniciando, viéndose afectados los principales acuerdos de libre comercio. El segundo, de momento voluntarioso, es actualmente el centro de controversia de la política interior norteamericana, cuyo nexo se ve materializado a través de la situación en Siria y la lucha contra el terrorismo y una visión obsoleta de la OTAN.
Recuperar influencia
Las relaciones entre Rusia y los EEUU han estado marcadas por la inestabilidad, acusaciones mutuas, falta de confianza y respeto mutuo, situación que se ha agudizado especialmente durante los últimos años. Y a pesar de la polarización que reina actualmente en EEUU y la impredecible e inestable Adminsitración Trump, si ambos países son capaces de encontrar un espacio común de intereses nacionales respectivos, entonces, a pesar de las diferencias fundamentales y la rivalidad inevitable, la desventura de las relaciones ruso-estadounidenses puede ser más cómoda y adapatable.
El gobierno ruso espera el levantamiento de las sanciones internacionales, respeto a sus intereses en Siria y el reconocimiento de una esfera influencia en su periferia occidental exsoviética (en contra los intereses y acciones de la OTAN y la UE). La inclinación rusa es euroasiática, su prioridad económica y geopolítica, por lo que busca una óptima igualdad geopolítica entre EEUU, Rusia y China. Algo parecido a la igualdad que mantenía la URSS con EEUU hasta su desaparición en 1991. China es jugador que habrá que tener en cuenta en la ecuación.
En la reunión del pasado 16 de febrero de 2017 entre el Ministro de Asuntos Exteriores Serguéi Lavrov y el Secretario de Estado Rex Tillerson (Orden de Amistad 2013) se trataron varios asuntos y se marcaron una serie de líneas rojas: se exigió el cumplimiento del acuerdo de Minsk, posibilidad de colaboración entre ambos países si fuera beneficiosa para los intereses norteamericanos y lucha contra el Estado Islámico aunque sin cooperación militar conjunta. Tal alineamiento parece a priori que enfría la expectativa del Kremlin hacia lo que entienden ellos por una mejora de las relaciones entre ambos países.
Rusia vería con buenos ojos una acción militar conjunta con EEUU contra el Estado Islámico en Siria, buscando el reconocimiento de Moscú y poniendo a las fuerzas convencionales de Rusia a la par con las de EEUU. El apoyo estadounidense al asentamiento político en Siria también sería bien visto en Moscú. Rusia, sin embargo, es probable que siga sus propias estrategias en Oriente Medio, orientada hacia sus propios objetivos, tal y como sucede con Irán, cuyos fines de Putin difieren mucho de los de Trump.
Las manifestaciones del Secretario de Prensa estadounidense, en las que señalaba que Crimea debía ser devuelta a Ucrania, y el cese del Asesor de Seguridad Michael Flynn afín a Rusia, agudizan aún más ese enfriamiento y no hacen más que despertar el sentimiento de acoso y exclusión, que según los rusos sufren por parte de la UE y la OTAN. Pese a ello, el Kremlin sigue expectante la evolución de las relaciones al ver una oportunidad de mejora en la relación de ambos países o por lo menos una normalización. Occidente les decepcionó como modelo a seguir tras la disolución de la URSS a principios de los noventa y ahora anhelan que no vuelva a suceder con Trump para ayudarles a superar conflictos internacionales y recuperar espacio de influencia.
(En las próximas semanas ofreceré un análisis profundo de los diferentes aspectos de las nuevas relaciones entre Estados Unidos y Rusia)