En este post explico las condiciones meteorológicas que han provocado el huracán Patricia y expongo cómo se pueden planificar cinco medidas imprescindibles para paliar las consecuencias de un fenómeno de estas características.
Cuando las señales de alarma anunciaron la llegada del huracán Patricia a la costa occidental de México, muchos tenían en mente las devastadoras consecuencias del tifón “Haiyán” en Filipinas, que acabó con la vida de más de 6.300 personas. De hecho, esta comparación entre Patricia y Haiyán fue establecida por la ONU, atendiendo a criterios de magnitud y riesgo de catástrofe.
El temor ante un huracán de magnitudes históricas – de categoría 5 en la escala Saffir-Simpson – era por lo tanto fundado y lo que nadie podía esperar es que, afortunadamente, las consecuencias no hayan sido tan graves como todos los datos hacían presagiar.
Es por esto que, el valor analítico de lo ocurrido es alto si se encauza y sirve para dotar de mayor consistencia al trabajo de planificación y previsión que debe hacerse a nivel mundial.
Si analizamos lo ocurrido, podemos señalar las causas fundamentales que explican que Patricia no haya causado tantos daños como los que imaginábamos para un huracán de esa categoría. Estas tienen que ver con el sistema de alerta y evacuación pero, sobre todo, con factores fortuitos, geográficos y con elementos naturales.
El sistema , básico y tradicional, ha funcionado de manera razonable. Pero cabe pensar que ha sido así porque lo que inicialmente era un huracán de categoría 5 se transformó en tormenta tropical.
El huracán aterrizó en una zona despoblada y no en los centros estratégicos industriales y productivos del puerto de manzanillo o en la zona turística de Puerto Vallarta.
Por otra parte, el huracán se transformó en tormenta tropical en menos de diez horas y esto ha sido considerado algo histórico por el CNH (Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos). En este hecho se considera determinante la contribución de la barrera natural de la Sierra Madre Occidental – tal y como se señala en la edición de El País del 25 de Octubre citando al meteorólogo e investigador de la Universidad de Guadalajara, Ángel Meulenert – y el Círculo Volcánico Transmexicano.
En definitiva, podemos afirmar que en pleno siglo XXI, cuando contamos con un alto grado de desarrollo tecnológico y con fuertes elementos de innovación, seguimos dependiendo de la contribución de factores fortuitos y naturales cuando llegan riesgos naturales.
¿Qué podemos hacer?
En el caso de Patricia ha habido cinco efectos fundamentales sobre los que se puede actuar con planificación y previsión:
- Inundaciones: Hay que preparar una red de aguas que sirva de soporte a la principal, que evacúe este tipo de aguas y que tenga una capacidad proporcional a la magnitud de los riesgos en cada zona.
- Corte de las redes de abastecimiento de suministro de agua, electricidad y comunicaciones: Hay que contar con unos sistemas de backup – como generadores de electricidad y depósitos de agua- que en caso de fuerza mayor natural garanticen los suministros.
- Deslizamiento de laderas: Hay que preparar un plan a partir de un análisis de la red de carreteras que determine los puntos de riesgo para actuar sobre ellos y tratarlos a través de diferentes soluciones de ingeniería de contención. La relevancia de actuar en esta línea es alta para que no se corten las carreteras y evitar así que poblaciones enteras se queden aisladas aisladas en mitad de un situación crítica.
- Destrucción y daños en edificios: Hay que introducir criterios anti-huracanes y anti-seísmos de manera generalizada y proporcional al riesgo de la zona en el diseño y construcción.
- Desbordamiento de ríos y línea de costa: Hay que diseñar barreras arquitectónicas que sirvan como contención, protección y defensa ante efectos climatológicos adversos y que, al tiempo, generen valor añadido que contribuya al desarrollo social y económico de zonas consideradas con alto riesgo de sufrir catástrofes naturales. Del mismo modo, en el caso de los ríos, hay que hacer un tratamiento efectivo contra el riesgo de desbordamiento en casos de lluvias torrenciales derivadas de tifones y huracanes.
Todos sabemos que existen causas de fuerza mayor que siempre escaparán de nuestra voluntad, pero no es menos cierto que contamos con elementos para que nuestra propia acción, planificada y estructurada, no deje sola a la naturaleza a la hora de velar por las poblaciones que se enfrentan a catástrofes naturales.
Si no queremos fiarnos únicamente de la suerte debemos planificar bajo una enfoque de resiliencia y debemos hacerlo de manera global y en todas sus dimensiones- infraestructuras, edificaciones resilientes, sistemas de comunicaciones, redes de abastecimiento, distribución y suministro.
Planificar y actuar con previsión puede parecer más caro de entrada pero es más barato si lo comparamos con los costes de daños materiales y de reconstrucción. Y desde luego, cualquier coste será más razonable que el de afrontar pérdidas humanas, que siempre son inasumibles.